LA SONATA APPASSIONATA IN MEMORIAM
CLARA 1931 CLARA, PIANISTA AU PIANO .PARIS 1992 CLARA G.CHERNIAK (1915-2013)
LA
SONATA APPASSIONATA
IN MEMORIAM
Prendo la televisión, un pianista alabado y galardonado por todos interpreta la Appassionata. Un desastre absoluto de falta de sensibilidad y de conocimiento de Beethoven. Nadie se atreverá a pronunciar la menor critica negativa, yo sí, es mi costumbre desde siempre, así me formaron mis padres, el arte exige un rigor absoluto y la ausencia de todo compromiso exterior al arte.
Además, en la música el juicio como en todo arte, debe ser implacable, ¡porque la música no perdona nada y nadie puede hacer fraude!
Lo que ocurre con la música es un prodigio inexplicable, despierta nuestra adhesión sensible o nuestro rechazo de manera prodigiosamente instantánea, al ritmo de nuestra corriente sanguínea. Yo tuve la suerte de haber nacido de padres artistas, mi madre pianista de excepción, me enseñó a sentir la música desde antes de nacer, cuando yo estaba en su vientre, ella ejecutaba desde temprano su Clavecín bien temperado, fue así como conocí instantáneamente todo su repertorio, en casa yo asistía a conciertos diarios; a mis dos años de edad, mi padre me hacía pasar exámenes, ponía el tocadiscos y me preguntaba… ¿De quién es esa música?… ¡Muy bien! me respondía sonriente.
Irrumpe en mi mente Mamá a las nueve de la mañana, sentada ante su piano de concierto en el medio del salón, y se produce la metamorfosis, ya no es mi mamá, es una pianista la que se transfigura en Beethoven, es un océano tempestuoso el que sale del piano abierto; de niña me quedaba estática, con admiración y asombro, un infantil asombro aterrador, que surgía frente a la presencia de una belleza estética absoluta, su belleza no solo era física sino espiritual, el aura que emana de la belleza de la pianista en transe.
Es asombro puro el que se produce al observar toda la magia que puede ejercer en nuestra psiquis una mamá de excepción donde es la música la que manda dentro de su seno. Mamá era la música misma, creatura silenciosa y angelical sabía transformarse en el músico que interpretaba, tarde comprendí ese extraño poder de metamorfosis, ese raro y extraño poder del saber musical que debe poseer todo pianista para dejar de ser sí mismo, para dejar entrar en su espíritu el alma del músico que se interpreta en una ejecución independiente de su ser, y que paradójicamente, imprimirá también su propia sensibilidad de artista.
Beethoven y Bach transformaban mi mamá quieta y silenciosa en la personificación del Clavecín bien temperado o la furia expresionista de Beethoven.
Comprendí desde que tuve uso de razón, el respeto y la independencia que yo debía tener para con Mamá, sabiendo desde niña de qué modo debía ser independiente en mis juegos y lentos aprendizajes, no me costó nada ser capaz de tenerme a distancia, porque fue mi admiración sensible que me hizo comprender había dos personas en Mamá, la mía debía aprender a esperarla, porque su ejecución era divina.
Analizo la interpretación de la Appassionata que un pianista ejecuta en la televisión esta mañana…Es demasiado rápida la ejecución de la sonata. Los golpes abruptos secos y duros, altamente negativo. Es increíble que un pianista de formación seria se equivoque mortalmente, la falta de sensibilidad es la única razón.
Sin respiración entre el diálogo que comienza con los acordes que da el golpe de la mano izquierda, la respuesta de la derecha se ahoga en una masa informe; y no es más que una doble corchea de exceso de rapidez la que ha destruido la intención afirmativa de ese galope rítmico.
¡¿Como es posible pensar que un golpe seco y abrupto pueda expresar la premonitoria voluntad, imperiosa y expresionista de Beethoven?!
Hay que apoyar la tecla con una afirmación reafirmada con el pedal dejando una respiración…lo que este pianista no respeta.
El desagrado que me inunda es terrible.
Mis recuerdos irrumpen en una avalancha sonora que vienen en mi ayuda, para olvidar esta nefasta interpretación de la Appassionata; la interpretación de Mamá no puedo compartirla, ella destruyó absolutamente todo en un auto de fé, cuando murió su marido, mi padre, el pintor Hernán Gazmuri.
Mi duelo es doble y eterno.
Su música sigue presente en todo momento en mi cerebro desde que abro los ojos, desde que son las nueve de la mañana y que constato con un absurdo asombro que no vivo con ella en un amplio salón con un piano de concierto, sino en París…Sola, sin ella, en una pieza HLM de 15m2.
¡Que Dios escuche lo que le ruego tanto…!
Amín.
Nadezhda Gazmuri-Cherniak
Write a comment
You need to login to post comments!